Political Meritocracy and Democracy
Contribuir a la protección de los derechos humanos promoviendo la democracia y la participación de la ciudadanía en la vida política.
Dimitri Landa y Ryan Pevnick examinan en este artículo la literatura reciente sobre teoría democrática que defiende la formulación de acuerdos que busquen materializar el ideal de la meritocracia política. En sentido amplio, la meritocracia política se puede entender como la idea de que las instituciones políticas deben aspirar a empoderar a las personas especialmente aptas para gobernar. La idea básica de la meritocracia política es que todos deben tener las mismas oportunidades de recibir educación y contribuir a la política, pero no todos emergerán de este proceso con la misma capacidad para emitir juicios moralmente fundamentados. Por lo tanto, la tarea de la política es identificar a quienes tienen capacidades superiores a la media y ponerlos al servicio de la comunidad política.
La reciente y floreciente literatura sobre meritocracia política parece haber surgido, en parte, de algunos fracasos recientes y muy visibles de los estados democráticos. Estos fracasos incluyen las reiteradas crisis financieras autoimpuestas, el auge de partidos populistas que, posiblemente, buscan explotar mensajes políticos de odio, y la incapacidad de abordar problemas cruciales a largo plazo (como el cambio climático y las crisis de refugiados).
Los defensores de la meritocracia política tienden a vincular estos amplios fracasos con ciertas características microeconómicas de los sistemas democráticos con sufragio universal igualitario. Quizás lo más notable es que, dado que los votantes individuales tienen pocas o ninguna posibilidad de influir en una elección, tienen, en consecuencia, pocos motivos para invertir en la competencia necesaria para tomar decisiones políticas eficaces. El resultado, según las descripciones habituales de la democracia, es que las elecciones seleccionan a celebridades telegénicas poco aptas para el liderazgo político, y esos líderes electos proceden entonces a complacer las preferencias desinformadas de sus electores, mientras que, de forma racional, pero peligrosa, priorizan las consecuencias a corto plazo sobre las consideraciones a largo plazo.
Esta descripción de la democracia plantea varias preocupaciones importantes. Este sistema parece estar mal posicionado para proteger los intereses fundamentales de las minorías, parece particularmente vulnerable a ser absorbido por individuos adinerados que pueden ejercer una influencia desproporcionada sobre la opinión pública, parece diseñado para exacerbar el conflicto ciudadano y no parece existir ningún mecanismo para proteger a quienes no votan (como los extranjeros y las generaciones futuras). En conjunto, esta perspectiva de la democracia ofrece una explicación de por qué estos regímenes parecen tambalearse de una crisis a otra con una aparente escasa capacidad para abordar eficazmente los desafíos apremiantes. Se puede cuestionar esta descripción de la democracia de innumerables maneras (algunas de las cuales se analizan más adelante), pero la literatura sobre meritocracia política presenta una alternativa cada vez más importante y una serie de argumentos que vale la pena comprender y analizar, incluso si resultan insuficientes.
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